1 de julio de 2009

Juanito

Hoy me acorde de Juanito, así nada más, de la nada, estaba yo en el micro que va del metro a mi casa, sentado en el asiento de hasta atrás, entre una señora gorda de mandil y un anciano que me miraba de reojo con desconfianza, ahí leyendo un libro de Luís Spota la imagen de Juanito vino súbitamente a mi mente. ¡Que puñetas! no se ni porque pero escribiré algo de Juanito.

A Juanito lo conocí en la primaria, hace tanto tiempo, yo estaba a la mitad del cuarto grado en el grupo de la maestra Carlota narices de pelota (no pude evitar escribir lo de las narices) después de un difícil tercer grado lo menos que quería era tener que fumarme a un compañerito nuevo que venia de otra escuela a hurtar la mitad de la banca que hasta entonces había sido total y absolutamente mía pero llego Juanito y como yo era el único que no tenia compañerito de banca (la habían expulsado casi a principio de año) maestra narices me lo enjareto. Pero antes de continuar haré el intento de describir físicamente a Juanito. Imaginen a un niño de 10 años usando lentes de fondo de botella y con cuerpo de oficinista con sobrepeso, además tenia los brazos y manos tan delgados que le daban un aspecto un tanto grotesco, su labio superior era prominente y al hablar mostraba los dientes de arriba, asi era Juanito, de hablar pausado y correcto creo que era más educado que cualquiera de los del grupo incluyendo a doña narices, pero lo verdaderamente sorprendente y lo que le daba el toque distintivo a Juanito era su oreja derecha o lo que había en su lugar, era como si le hubieran arrancado la oreja, la hubieran masticado una hora y luego se la hubieran pegado con kola loka de manera tal que más de la mitad de esa “cosa” colgara libremente de su cabeza como un arete de piel de diseño casi surrealista. Ese pequeño detalle hacia que maestra narices y la totalidad del grupo, incluyéndome, sintiéramos y tratáramos a Juanito como si fuera nuestra mascota consentida y Juanito acostumbrado, desde siempre a recibir ese trato, se dejaba querer.

Se podría decir que Juanito y yo con el paso del tiempo hicimos buenas migas, sin llegar a ser amigos cercanos creo que nos llevábamos bastante bien y cada uno ponía de su parte, era divertido ver llegar a Juanito con su suéter de botones dorados y su camisa almidonada (todos los demás usábamos suéter cerrado de cuello V y camiseta tipo polo) cargando aquella mochila cuadrada de cuero café que, aun para aquellos tiempos, estaba pasada de moda y bastante fea sin mencionar lo incomoda que debía ser a la hora de cargarla. Cuando Juanito entraba al salón de clases todos lo saludábamos alegremente y algunos hasta le sobaban la cabeza como se hace con los perros que se portan bien, Juanito y su oreja llegaron a ser algo así como el objeto curioso del grupo del que todos nos sentíamos orgullosos, incluyendo a doña narices.

Pero la tranquilidad y armonía no fue para siempre y fue en sexto grado cuando las cosas, al menos entre Juanito y yo, dieron un giro total que me dejo a mi en la posición del villano de la historia. Resulta que uno se va haciendo de “enemigos” desde niño, parece increíble pero así es, al menos así lo fue para mi, había un par de niños a los que yo les caía definitivamente en la punta del pepe, el motivo lo desconozco y nunca me importo saberlo el caso es que siempre aquellos dos y yo estábamos enfrentándonos. Pues Juanito empezó a juntarse con aquellos y creo que le contagiaron su odio hacia mi porque su actitud cambió, se volvió agresivo, me rayaba los cuadernos cuando no lo veía, me escondía cosas, me insultaba, al principio yo pensé inocentemente que era un juego una broma yo pensé: este muchacho quiere llevar nuestra relación de amistad al siguiente nivel así que yo también empecé a cargarle un poco la mano, pero a la primera que le hice que me acusa con doña pelota y el resultado fue un gran recado con letras rojas a la mitad de mi cuaderno de español en donde se requería la presencia de mis padres.

Bueno para no hacerla más larga les diré que el punto culminante fueron aquellas dos "peleas", la primera por la mañana de un lunes a medio patio en plena formación, llegue y tome mi lugar en la fila o lo que intentaba ser una fila y empecé a charlar con mi mejor amigo de aquel entonces cuando llega Juanito, previamente aconsejado por mis enemigos y que empieza a decirme de groserías y a empujarme, yo tenia casi doce años, si bien seguía siendo niño ya empezaba a sentir la impulsividad de la adolescencia además yo solo conocía una respuesta para aquella actitud, la que se aprende en el barrio, la respuesta de los putazos y que me le dejo ir a Juanito no recuerdo cuantos le di y cuantos me dio antes de que llegara el mismísimo director de la primaria a separarnos, nos llevo a la dirección, llamo a nuestros padres y empezó el interrogatorio y Juanito se mostró como en realidad era, un pequeño embustero mentiroso, empezó a llorar como Magdalena diciendo que yo le había pegado primero que él era todo tranquilidad y bla bla bla, lógico Juanito llorando con la nariz sangrante y la masa de piel y cartílago que tenia por oreja moviéndose al compás de sus sollozos terminaron por ablandar al director y su ira cayo sobre mi, un mes sin recreo y nota a mi expediente sin mencionar el castigo de mi madre el cual prefiero no recordar. Lo anterior solo creó un profundo deseo de revancha hacia Juanito y su oreja, es la parte que siempre me ha dado miedo de mi mismo, creo que soy capaz, cuando me provocan de sentir odio sin limites. El caso es que sin pensar las consecuencias más o menos un mes antes de que finalizara el año escolar y nos entregaran nuestros certificados de primaria a mi se me ocurrió desquitarme de Juanito de la única manera que conocía por aquel entonces, a golpes, así que lo espere a la salida y le caí sobres, no se cuanto tiempo estuvimos ahí peleando quizá solo fue un minuto o dos hasta que llego un maestro y varios papas y nos llevaron otra vez a la dirección, casi me expulsan y arruinan mi vida escolar pero una fina loción que mi padre le hizo llegar al director junto con un juego de plumas de mediana calidad pero que apantallaban me permitieron finalizar el año escolar y recibir mis papeles.

Desde el día que salí de la primaria no he vuelto a ver o a saber algo de Juanito, no me molestaría volverlo a ver, y tomarnos una chela para recordar aquellos tiempos felices y para ver como se desarrollo su oreja en todo este tiempo.

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