15 de junio de 2009

Pamela

Pamela tenía la piel blanca y suave, pelo negro lacio, su cara era de rasgos finos pero su boca era demasiado grande cuando reía, de cuerpo delgado pero con un poquito de panza “para darle chiste”, como ella decía. Nunca le gusto hacer ejercicio, sin embargo, sus muslos eran firmes y su trasero consistente, era de esas personas favorecidas por la genética pero lo que mas recuerdo de ella eran sus ojos, de un tenue verde pálido casi grises, a muchos, ese par de ojos les parecían fríos e inexpresivos, nada más equivocado yo llegue a ver un mundo de sentimientos dentro de aquellos ojos rodeados por negras pestañas que, casi siempre, decían mas que su boca.

Era un par de años mayor que yo que por aquel entonces era poco más que un adolescente precoz que iba a la mal surtida y escondida tienda de sus padres con cualquier pretexto sabiendo que ella estaba siempre allí por las tardes. Pasó casi medio año para conseguir hablar con ella más de tres palabras y otro tanto en convencerla de que salir conmigo era mejor que resolver crucigramas sobre el mostrador de la desolada tienda. Me hubiera gustado llevarla a lugares espectaculares y lejanos o al menos al cine pero apenas y me alcanzaba para comprar los cigarros que consumíamos en nuestras platicas y paseos que muchas veces se prolongaban hasta mas allá de la media noche.

Aprendimos uno del otro muchas cosas y descubrimos otras tantas que no sabíamos que estaban ahí éramos uña y mugre como se dice comúnmente y todo nos valía un cacahuate cuando estábamos juntos. Hablábamos de lo que habíamos hecho y de lo que queríamos hacer, fumábamos, leíamos, cheleábamos y varias veces viajamos sin boleto a las estrellas. Llego un momento en el que estábamos todo el tiempo juntos yo pasaba por ella en la mañanas y caminábamos juntos a la esquina par tomar el pesero que iba al metro luego cada quien su escuela yo a la vocacional ella a una escuelita privada allá por San Cosme. En las tardes me esperaba o la esperaba en la parada del micro y regresábamos juntos. ¿Qué si éramos novios? muchas veces me hicieron esa pregunta y seguro a ella también pero la verdad es que nunca lo fuimos, al menos no de la manera tradicional, es cierto que tuvimos varios encuentros carnales ¡como olvidarlos! y seguido nos besábamos entre cigarro y cigarro a la vista de todos pero en el fondo ni ella ni yo nos considerábamos novios.

A veces la extraño cuando los días son lluviosos con noches calidas, cuando miro el humo espeso del cigarro formando extrañas figuras a la luz de las lámparas de mi calle pero sé que aquellos tiempos ya fueron. Hace casi siete años que no la veo la última vez que estuvimos juntos fue cuando se graduó, luego supe que había conseguido un empleo en una oficina elegante que tenía un buen sueldo y que dejo la casa y la tienda de sus padres para ir a vivir con un tipo que le llevaba como 15 años. No se porque pero simplemente nos distanciamos casi casi de un día para otro, cada quien agarro lo que la vida le puso en frente y no miramos hacia atrás ni nos detuvimos a pensar en los amigos que dejábamos, quizá para siempre.

El otro día en la oscura tienda entre sorbo y sorbo de chela su madre me dijo que su hija es feliz que ya es mamá y que vive en el norte del país en un lugar muy agradable con mucha luz y aire fresco, que seguido le llama pero prefiere que sus padres la visiten allá que venir al viejo y achacoso barrio desde donde escribo estas palabras.